Por este motivo, la socialización es un proceso que debemos fomentar en los niños y niñas desde bien pequeños con el fin de que aprendan a relacionarse adecuadamente para vivir de forma satisfactoria en compañía de las personas que les rodean.
Aunque hemos de tener en cuenta que las habilidades sociales se van modificando a lo largo de nuestro recorrido vital, durante los primeros años se sentarán algunas de as bases del comportamiento adulto.
Es por ello, que las primeras amistades tienen un papel muy importante en el desarrollo integral de los niños y son determinantes para su adaptación posterior al mundo que les rodea.
El colegio es un entorno que las propicia, siempre favoreciendo la interacción entre iguales. Es en el día a día de los centros educativos donde los niños van aprendiendo a resolver conflictos, a comunicarse y a tomar decisiones, es decir, practican el desarrollo de las habilidades que en un futuro les serán de gran utilidad para integrarse de manera responsable y participativa en la sociedad.
Estas primeras amistades favorecen su autoestima y les enseñan valores y reglas que les pondrán en la tesitura de practicar roles de adultos.
A partir de los 5 o 6 años, los niños no solamente comparten juguetes con sus amigos. Empezarán a compartir sus experiencias, sus conocimientos, además de cariño y afecto. A esas edades, el niño estará listo para aceptar reglas de convivencia. Podrá hacer amigos de verdad.
Cuando un niño no cuenta con la compañía de otros niños con los que jugar es muy probable que cree la figura de un “amigo invisible”. No podemos considerar este hecho síntoma de algo preocupante, todo lo contrario, ayuda al niño a desarrollar aspectos necesarios como la imaginación, la creatividad y el lenguaje. En el caso de los niños escolarizados, es muy común que al llegar a asa imaginen que están jugando con sus amigos de la escuela.
Desde el colegio fomentamos que estas amistades sean positivas, trabajando siempre el respeto a las diferencias, la igualdad de oportunidades y la resolución pacífica de conflictos. No hay mejor manera de aprender que con el ejemplo de los adultos y en este sentido, los centros educativos son el mejor espejo en el que reflejarse.
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