Aparecen siempre que el niño/a se siente en desventaja ante otro (hermano o no hermano), con temor a perder o por haber perdido algo.

Es una vivencia o sentimiento personal subjetivo, que puede no estar fundamentado objetivamente pero que es la realidad de quien lo vive, a veces con frustración, y que suele desencadenar comportamientos impropios de la edad.

Tanto el adulto como el niño deben aprender a aceptar la existencia de los celos como algo normal mientras que no sea de un grado exagerado.

Respecto a los celos entre hermanos, se debe intentar que no asocien cambios significativos cuando nace un nuevo bebé y en la medida de lo posible darles una dosis de atención antes de empezar con los cuidados del pequeño. Aún así hay que tener en cuenta que los celos no son únicamente del mayor al pequeño, siempre hay una lucha entre ellos. Es beneficioso que el mayor ayude siempre que él quiera.

Nunca se debe hacer una comparación entre hermanos.

No debemos reprimir al niño, hay que dejar que se exprese libremente, siempre y cuando no cause daños a un tercero.

Lo principal es mostrar mucho afecto y atención al niño y que no sienta que “al otro” se le aprecia más.

No debemos criticar ni provocar frustraciones o sentimientos de autoculpa por la existencia de los celos.

Los celos no desaparecen, puede ser que haya épocas más tranquilas pero siguen existiendo.

No se debe tener una visión de los celos absolutamente negativa. Hay que aceptarlos como algo natural que hay que trabajar para minimizar y dar salida al malestar del niño. Hay que aceptarlos porque son inevitables.
 

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